
Teníamos que decidir, si cambiar ahora o vivir como habíamos vivido siempre. Como debes saber ahora me encuentro en este remolque de cuatro ruedas de camino al pueblo de mi madre y mi padre, pues ya no podríamos vivir a las afueras, Habían ahorrado un capital y pudimos disponer de una casa en el pueblo cerca de la casa de mi abuelo. La verdad es que tampoco dejo nada atrás, no tengo nada que poder añorar. Pasare no sé cuantos años en el pueblo me gustaría que vinieras a visitarme a algún día, estos cambios suelen motivar a cualquiera. El viaje acaba de empezar y cuando miro atrás y veo alejarse el pequeño asentamiento que vivíamos, la verdad no siento nada, en cierto modo me alegro de dejar aquel solitario y quejumbroso lugar, donde los grandes campos tan solo eran amarillos reflejando el color de los rayos de sol, no estoy ni agradecida a ese trigo que nos alimentó tantos años, ni esa casa vieja que nos dio descanso, ni de los vecinos que solo buscaban nuevas monsergas que contar.
Al parecer, perdí en varias horas aquel pasado. Empezó a haber mucho tráfico, estaba todo lleno de gente, la autopista ya había desaparecido y el cielo estaba como negro, no se veían las estrellas, ni se sentía aquella paz al mirar esa enorme galleta fosforescente con sus pepitas de chocolate. Solo se podían contemplar las estrellas más luminosas, pero miraba al frente, y sabes, estaba todo rodeado de gente, por aquí pro allá, riendo, todos parecían ser muy felices. Se veían carteles luminosos por todos lados que te cegaban y veías la carretera manchada de motitas de color azul y violeta.
Al fin llegamos al apartamento, estaba al lado de unas grandes dársenas con más de mil autobuses destinados a diferentes destino a diferentes horas, cruzamos la calle y atravesamos esas dos grandes torres inclinadas que no se dejaban de divisar ni dentro del portal. Entramos todos a prisa al gran piso. Nos paramos en la entrada y vimos aquel lugar desolado sin apenas muebles, dos cuartos, un baño y una cocina con comedor que se podía aprovechar como salón. Durante unos segundos reino el silencio en esa casa, hasta que mi padre tras un profundo respiro nos dio la bienvenida a nuestra nueva vivienda.
Me encaminé a mi cuarto, era pequeño tan solo cabía una pequeña mesa de escritorio los armarios y mi cama. Tras largas horas colocamos todo los muebles que traíamos, la casa estaba tristemente vacía, pero así pasamos la noche con cuatro mesas y una cama dormíamos por primera vez en esta ciudad, tristemente divertida.
Woah! Te quiero!!
ResponderEliminarbonito pero triste iwal me encanto ^^
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