
Fue un día cualquiera, por la mañana salió el sol, ese sol chispeante de color. Y seguramente al final del día saldrá la noche como cualquier día. Pero esta vez era diferente. Tras mucho andar y mucho vivir, llego el momento. Me desperté con una gran sonrisa en mi cara, por milagro no tenía nada de cansancio, y alegremente fui dando pequeños brincos hacia la ducha, el suelo estaba húmedo pero apenas lo notaba el tiempo soleado. Se escuchaba de fondo el agua chocar con ella misma dando diferentes voces a medida que la bañera se iba enjabonando. Primero fue tumbarse en aquella agua hirviendo que parecía rejuvenecedora. Mi piel estaba bastante suave, más suave que cualquier día. Después el secador de removió todo el pelo tan brillante y amarillo como el sol, así sentada con el cepillo fui a ponerlo en su sitio para quedar ese estilo que con tan solo mirarlo te deja perplejo.
Ya estabas esperándome en la puerta, dando la sensación de que había tardado demasiado, como si hubiéramos perdido el tiempo. Pero realmente para mi aquello acaba de empezar, y aun no conozco el final del feliz final. Estuvimos por muchos lados que realmente no recuerdo, paseamos por cualquier lado, vimos tantas cosas que realmente creo que fue mágico porque estaba contigo. Ya había paseado por esas inmensas calles y conocía todo casi de memoria pero nunca estaban como hoy, nunca estaban tan flameantes aquellos edificios, la orquesta en la calle y la multitud apartándose abriéndonos paso, como si fuésemos el centro de partida donde todo empieza a girar alrededor.
El día se iba agotando. Fuimos aquel restaurante a orillas del mar, donde el pescado parecía recién pescado y los pequeños gatos nos miraban por las rendijas de la terraza esperando su bocado. Aquello que ocurrió fue tan chispeante como el mismo sol de la mañana, pero esta vez estaba la luna, realmente lo esperaba, llevaba esperándolo mucho tiempo, que pronunciases por esos labios esas palabras. Aquellas que te hacen temblar, sonreír y palpitar. Mi respuesta fue concisa y clara, sin ni si quiera palabras.
Salimos los dos yendo a no sé donde, quedándonos siempre amarrados el uno para el otro incluso sin poder respirar, no importaba nuestra distancia, sumergidos en abrazos, caricias y besos… Y cuando estábamos los dos en aquella oscura noche, que podíamos distinguir difícilmente los cabellos… apenas tu me amalabas el noema, a mí se me agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes.
Se ha convertido en mi favorito *-* y tu desde hace mucho mi escritora favorita Te quiero Yurine!
ResponderEliminar:) perfecta ! te as vuelto a superar.. eres muy buena, me encanta poder leerte ! (k)
ResponderEliminarOoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooh!!!! que bonito!!!!
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