El problema de las margaritas

Yo padezco cáncer, el mismo cáncer que todos sufren, y como yo unos cuantos pocos. Siempre he pensado porque tenemos siempre ganas de mirar al futuro, ganas de poder predecir y cambiar esas cosas que no nos gustan ni nos alegran, pero me he dado cuenta que saber el futuro no cambiara el resultado, no lo aguantaría, predecir sin poder hacer nada… A veces, me dan ganas de llorar, este cáncer de vivir algunos lo llevamos mal, sobretodo, en los cuales me incluyo y espero no ser la única, aquellos que no saben conseguir lo que quieren y temen aquel final, el final de no poder corregir nunca más las acciones tomadas. Sí, es cierto, la vida es una toma continúa de decisiones, y estás son las que en fondo miden la intensidad de nuestro cáncer de vida. Yo, en concreto, suelo tomar rápido las decisiones en mi vida, sin pararme mucho en una situación o acto, pero… siempre salgo perdiendo de mis decisiones, es cierto.

Por eso, por tomar la decisión correcta queremos ver el futuro, pero por suerte nuestra, no podemos predecirlo. Por eso cada acción la hacemos por primera vez, y cuando de pequeños jugábamos a la pelota… nadie podría esperar lo que somos ahora, todos los cambios, la escultura de un cerebro, una manera de pensar y una visión de las cosas personal y única. Esto es bonito, ser única y tan única como todos, por eso muchas veces… miro mi mano para saber que es la de un ser humano sabiendo mi degradación máxima y viendo mi esplendor máximo, todo el mundo puede, sí, puede ser lo que quiera ser, tan solo tiene que mirarse las manos y darse cuenta que es igual que la persona más lista, pero cuidado también de la más tonta… todo se basa en esa toma de decisiones, que en un minuto, una mirada, un beso nuestra vida puede cambiar en un solo momento.

Hoy paseando por el campo he visto una margarita, y no sabía qué hacer si luchar por ti e intentar hacerte feliz. O dejarte en la corriente de la vida ¿Qué decisión era la correcta? Cogí aquella margarita con pétalos impares su tacto era suave, y los pétalos se balanceaban para no tocar nunca el suelo. Las primeras gotas de agua corrían por mi cara, estaba lloviendo, tire la desolada margarita al suelo. Hoy el cielo no está para mirar las estrellas